8M, con M de Mamá

Tenía 5 años y caminaba de la mano de mi mamá a pasito corrido, para alcanzar su ritmo. Era invierno porque mi mamá tenía botas, pantalones de cotelé de corte recto y esos beatles de lana peluda que yo odiaba, porque me picaban en el cuello. Era temprano, las calles del barrio independencia – ahí cerquita de la estación Mapocho- se veían calladas, guardando secretos de alguna movida noche anterior, ¿probablemente era Domingo?, no me acuerdo porque yo tenía 5 años. Mi mamá con su cartera y mi mano de un lado y en el otro antebrazo una malla de compras, con una promesa de placer para mí: duraznos en conserva, crema y bistec… mi mamá siempre regaloneaba a la gente con bistec (creo que porque la época del chancho chino la dejó traumada).

Tocamos a la puerta que daba a la calle y abrió la tía María; en camisa de dormir y “mañanita”, como siempre muy cariñosa conmigo, me dio un beso apretujado. Entramos y ellas fueron a preparar té a la cocina, por un pasillo estrecho y oscuro de casa antigua, yo me fui al living- comedor porque ahí estaba la tele, la imagen de ese momento era una alfombra roja en una iglesia, entraba una novia con el vestido de cola mas largo que yo haya visto en mi vida, en el altar la esperaba un príncipie con gorra blanca de capitán de barco. Miraba esto mientras  sacaba las figuritas de porcelana del buffet de la tía y me ponía como siempre que iba a su casa a jugar e inventar historias con sus adornos.


» ahí estaba la tele, la imagen de ese momento era una alfombra roja en una iglesia, entraba una novia con el vestido de cola mas largo que yo haya visto en mi vida, en el altar la esperaba un príncipie con gorra blanca de capitán de barco.»

Trasnmisión televisivadel Matrimonio de Charles de Ingalaterra y Diana de Gales

Al poco rato las señoras llegaron a la mesa, se instalaron a conversar mientras la larga ceremonia transcurría en la tele. Yo servía té a pequeñas figuritas mal pintadas con tacitas obtenidas del mismo lugar. La tía María lloró y cuando se dio cuenta de que yo la miraba se paró a darme un abrazo y al agacharse dijo un “ayayay”. La tía maría tenía la piel mas bien oscura, pero ahí me dí cuenta de que tenía un ojo más oscuro que el otro. Le hice cariño en el ojo y le devolví el abrazo. La tía María era de origen mapuche, aunque en sus apellidos no lo delataban. Yo me reía cuando me enseñaba palabras o nombres de lugares en mapudungún, me parecía que todo tenía un prefijo con “pichí” y  me daba risa que nombraran lugares con un sinónimo de orina, ella se animaba más a buscar palabras para enseñarme con mi risa.

La tía María se vino a Santiago adolescente, a lo que se venían la mayoría de las mujeres de su condición: a ser nana. Al parecer tuvo un buen pasar laboral, pero muy mala suerte en el amor. Nunca supe si tenía una familia, ella decía que nosotras éramos su familia. Mi mamá escuchaba con interés genuinos sus dolores, la tía maría lloraba en silencio, los ayayai eran cuando le dolía el cuerpo. Ese día le dolían las dos cosas: la tía maría había sido brutalmente golpeada por su pareja, el tío A – un señor largo, delgado, elegante y con bigote- el tío A no estaba ése día en la casa. El tío A nunca vivió allí porque tenía otra familia. El tío A le pegó a la tía María porque estaba embarazada y eso no era algo que él quisiera. El tío A le pegó hasta que abortara.  La tía María había tenido un aborto y una hemorragia severa. Los bistecs, el jamón, los duraznos, la crema, el pan, las hojas de Matico y Paico que mi mamá puso en el té, eran su forma de ir a rescatar a su amiga sola, golpeada, anémica y adolorida por este maltrato brutal.

Mi mamá limpió, cocinó y sirvió los bistecs mientras con la tía veíamos la “feliz vida” de una mujer que se estaba convirtiendo en princesa en la tele. La vida que “cualquier mujer quisiera” dijo la tía María.

Se refería a Diana de Gales

Nos quedamos ahí toda la tarde, al calor de una estufa a parafina de esas negras, alargadas, con una latita de hierbas hirviendo para aromatizar el lugar. Mi mamá limpió, cocinó y sirvió los bistecs mientras con la tía veíamos la “feliz vida” de una mujer que se estaba convirtiendo en princesa en la tele. La vida que “cualquier mujer quisiera” dijo la tía María. Nos fuimos cuando estaba oscuro, antes de irnos mi mamá se ocupó de dejarle dinero a la tía para la semana. Mi mamá  cuidó a mujeres y no me había dado cuenta. Mi mamá no era esa princesa del cuento, sino la que llevaba bistecs a mujeres maltratadas.

Mi mamá era una Artemisa. Me acordé de todo estoy recién hoy, así que te dedico este 8 M, quiero que mis hijas te conozcan y te pienso mamá.

8 de Marzo del 2025

Deja un comentario