La mujer invisible

(una sobreviviente más que una heroína o una madre no se enferma)


Hace unas semanas atrás en un mismo día de atención escuché estos tres relatos:

“Ahora que mi hija está de vacaciones tendré tiempo para hacerme mis exámenes, no me he sentido nada de bien pero no he podido tomar horas porque no me da tiempo entre el trabajo, la casa y la niña”

“Mi amiga decidió ser mamá, y ahí todo cambia, porque uno no puede morirse si va a tener un hijo”

“No puedo enfermarme si yo soy la que cuido en mi familia”

En el último caso el propio médico tratante le dice a la paciente “te voy a dar una receta para que tu familia te crea” … es decir sabemos que hay algo que está ocurriendo en la salud de las madres e incluso hay receta médica para eso: la imposibilidad de una mamá de enfermarse.

Los datos son abrumadores y no sé por donde empezar, tal vez por decirle a quienes se vean reflejadas y sobre todo a aquellas que están siendo anónimamente citadas, que representan a una mayoritaria cantidad de mujeres en décadas de consulta y que me inspiran la necesidad de hablar de esto.

El título de esta publicación es alusivo a un libro de Caroline Criado Pérez que hace un análisis muy acabado de la situación de la salud de las mujeres en el mundo; sin embargo, también me seduce la analogía con la heroína de las caricaturas, cuyo exclusivo talento es “no ser percibida”. Tremenda ironía, cuando eso es al parecer lo que más frecuentemente le pasa a una mujer. Tanto que el doctor debe dar una receta para que la situación sea creíble. Entonces #todasomoslamujerinvisible

Me acuerdo de que en el gobierno de Ricardo Lagos, la Primera Dama Luisa Durán creó una campaña llamada “Sonrisa de Mujer” y atendía básicamente el déficit de salud dental de las “jefas de hogar” en Chile. Además de los eufemismos como llamar “jefa” a quienes no tenían muchas atribuciones en las decisiones de la vida, presupuesto y tiempo familiar; la explicación se centraba en datos biológicos: las mujeres tienen peor salud dental por los embarazos, lo que es cierto; pero no es todo. A quienes lean no les será muy difícil encontrar a su alrededor alguna amiga, conocida, hija o madre que ha postergado sus atenciones de salud por las de su familia e incluso de sus mascotas. No hay tiempo, no hay presupuesto, no hay con quien dejar a los niños para ir, hay gastos más importantes. Así esta jefatura de hogar se convierte  más bien en las funciones de una encargada de “mantención” con requerimientos inagotables (¿han dicho eso? “el trabajo en la casa nunca se acaba”).

La jefa no puede “tirar licencia” como nos referimos en Chile a la indicación de descanso médico por razones de salud: algo que arrojamos o “tiramos” ¿a quiénes?


He visto a mujeres octogenarias hospitalizadas o sufriendo porque su salud resulta incompatible con su rol de cuidadoras. Como si perdieran el valor y la utilidad. He visto envejecer a mujeres que no pueden dejar de ser madres y siguen el trabajo con nietos y hasta bisnietos. He visto postergación y culpa cuando enfrentar el deterioro físico se hace inevitable, con hospitalizaciones y cirugías, tratamientos  caros y no fructíferos. He visto a mujeres sentir que “no pueden morir” cuando no pueden evitar hacerlo e irse en la angustia de “abandonar el cargo” como si no hubiera nadie más que pudiera asumirlo.

Desde el momento en que empezamos a ver a una familia como un organigrama empresarial y dejamos de pensarnos como un sistema de mutua colaboración, ese sistema basa su funcionamiento en la sobrecarga de uno de sus miembros y esa sobrecarga afecta su salud física, psicológica (que también es física) y las alternativas de autocuidado principalmente de la “jefa de hogar”.

Se nos ha dicho que cuidar es una atribución psicológica más bien femenina; pero lo cierto es que todos venimos seteados con la capacidad de hacer eso por otros desde pequeños y nuestra educación distorsiona esa realidad de tal manera esa verdad que dejamos de ver el cansancio o desgaste en las mujeres a cargo de la casa. No hablo de los sentimientos ni del amor; aunque puede llegar a ser uno de los reclamos más dolorosos en las “mujeres invisibles” – sentirse poco valoradas y amadas – me refiero a que consideramos “naturaleza” que una madre cuide y provea; pero no consideramos que es también un hecho de la naturaleza que una madre es una mujer, una madre es humana, y requiere  descanso, ocio, cultura, afectos, controles de salud, nutrición para funcionar en éste y otros ámbitos de su vida. Creo que la sonrisa en las mujeres se borra no solo por la falta de dientes, sino por el cansancio y el descuido de su entorno y de sí mismas.

Esto se ve agravado por los sesgos con relación a la salud femenina a nivel mundial. Pareciera ser que nuestra forma de estar en el mundo está profunda e inconscientemente percolada por nuestro mito de creación y cuando se dice “Dios creó al hombre”, se entiende incuestionablemente como “varón”, no como “humanidad”. Hasta nuestros días los valores de laboratorio, las dosis de fármacos, las estadísticas de infartos, las aplicaciones de salud y la atención a los síntomas físicos de las mujeres está basada en valores referenciales de hombres. Los que tienen más resistencia a la mirada de género basan mucho de sus argumentativas en las incuestionables diferencias de sexo biológico (que repito otra vez, son evidentes, constatables y no es lo que el género pretendería homologar); sin embargo nos encontramos con que parte mayoritaria de la población científica de este mundo no ha integrado esas diferencias, esos datos a la hora de publicar resultados y estadísticas.  De esta manera estamos expuestas a peores procedimientos diagnósticos y atención sanitaria. Se ha observado además que las mujeres tienen a aguantar por más tiempo la sintomatología y que los médicos muestran un sesgo ante el relato de sus síntomas de tal manera que toman menos acciones de prevención cuando la paciente es mujer (dato obtenido de Dra. Valls, España). Entonces la “receta para que la familia le crea” se puede considerar una destacable atención por parte del facultativo, que aborda síntomas que una mujer postergó atender por 7 meses en razón de las necesidades de sus hijos.

Lo anterior resulta brutal cuando pienso en el excelente negocio que ha sido el cuerpo de la mujer para la medicina. Los esfuerzos has quirúrgicos por mantener  los “estándares de belleza de la vulva” por ejemplo,  cuando el modelo anatómico de la misma fue desarrollado a fines de los 90 por una mujer (¡treinta años después de llegar a la luna!). La cantidad de dinero que implican todos los procedimientos en función de la apariencia v/s los temas deficitarios de la salud femenina: salud menstrual, sexualidad, salud gestacional, etc.

Por último – para este texto, porque hay mucho, pero mucho más – el mejor ejemplo de la falta de consideración con el cuidado de nosotras mismas proviene del diseño automovilístico ¿Cuántas mujeres hoy tienen auto? ¿saben que estamos un 50% más expuestas a morir en un accidente de iguales características que un hombre? (datos obtenidos en  @Soraya Chemaly), esto porque el diseño, protección, peso de los maniquíes con que se realizan las pruebas de seguridad es el de un hombre caucásico de aproximadamente 70 kilos y un metro sententa u ochenta de estatura. Esto implica que los pedales nos quedan más lejos, acercamos más el asiento al volante y ante una coalición todo lo anterior es más riesgoso. Ante las protestas algunas compañías integraron un maniquíe femenino en el asiento del copiloto. Sin mencionar los cinturones de seguridad y los senos (¡tanta obsesión por los senos en todos lados menos en la seguridad!).

Entonces, vuelvo al inicio. Si “las madres no pueden enfermar” y si estamos fuera de las estadísticas de salud con que nos atienden no nos queda más que ser heroínas, mujeres invisibles.


Ps. Mientras escribo tan impresionada por las experiencias de mis pacientes me doy cuenta de lo siguiente: Uno de mis propósitos para el año 2025 ha sido tomar hora la “cirujano vascular” por mis piernas. He postergado por tres años la evaluación médica, por las atenciones de salud que han requerido mis hijas. Aún no tengo hora a dicho especialista porque tengo horas para mis hijas la semana que viene. Aquí estamos, en la invisibilidad misma, escribiendo sobre autocuidado.

Una respuesta a “La mujer invisible”

  1. Avatar de maría carolina ormazábal abusleme
    maría carolina ormazábal abusleme

    Seguimos en la guerra sin rostro de mujer, seguimos exigiéndonos en un modelo que hemos aprendido y normalizado y que, sin embargo, no nos pertenece, porque nuestra comprensión de la realidad es diferente, fue arrebatada y silenciada por el miedo a la luz que no quieren ver.

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